martes, 25 de marzo de 2014

Morder manzanas

Hace días que me siento mal, ya no sólo anímicamente sino también físicamente. Ya sabemos que mente y cuerpo son un todo y que si uno cae el otro no tardará en rendirse.
Hoy quería hablar de mi y de un problema que tengo. Algo con lo que creía que todas las chicas vivíamos pero realmente no es así, pese a que nos afecta a más mujeres de las que creemos. Desde que me vino la regla mi vida se convirtió en una anemia crónica, llegando a niveles bajisimos de hierro que no me permitían hacer una vida normal, entonces pensaba que lo que me sucedía era precisamente normal, pero ahora veo que no. Pese a todo y el considerame a mi misma un desastre (ya que de fuerzas andaba limitada), nunca repetí un curso y conseguí sacarme mi carrera y tener un trabajo estable, donde incluso entendían que me pudiera ausentar de vez en cuando por dolores menstruales.
Ya había  ido al ginecólogo con anterioridad, quizá porque yo no era capaz de expresarme bien o por no considerar oportuno mirar más allá, no fue hasta agudizarse los síntomas (os hablo de no poder aguantar ni una hora con un tampax superplus y una compresa noche) a la edad de 29 años cuando por fin detectaron que mi endometrio media más de 4 veces eL máximo considerado "normal'. Mi joven ginecóloga de la seguridad social, valiente donde las haya, con aún miles de pruebas pendientes de realizar me recetó las anticonceptivas y mis problemas empezaron a menguar y empecé una nueva Vida. Nunca imagine que un ser humano pudiera tener tanta energía. A parte os puedo explicar que al contrario de lo que le sucede a la mayoría de chicas en lugar de engordarme me adelgace. Y es que es lo que tiene que te pongan pilas duracell, y ya ni os cuento el no tener miedo a que te retengan en una reunión por manchar la silla. Esa sensación de absoluta vergüenza, cuando me sucedían estas cosas, se esfumaba.
Por desgracia no existe ninguna pócima milagrosa y todo contrato siempre tiene una letra pequeña. Adiós a las ganas de manter relaciones y de postre eL deterioro de mis paredes vaginales, que convirtieron mi escaso apetito sexual en algo traumático.
Al final cambiando de pastillas logramos mejorar el estado de mis paredes, pero sin ganas de comer no hay nada que hacer.
Echando marcha atrás, he de reconocer que mi vida sexual hasta los anticonceptivos era fantástica. No haber tenido (pese a mi educación cristiana) demasiados tapujos en el tema e importarme bien poquito el que dirán, hicieron que el sexo se convirtiera en mi pasativo preferido. Lo confieso por aquí no tengo ni las más remota idea de los chicos con los que me he acostado, pero os aseguró y sobretodo en momentos como el de ahora que no me arrepiento de ninguno de los buenos ratos que he pasado.
Y es por eso que a veces me pregunto si todo esto es un castigo divino por aquellos días tan felices. Siempre me he preguntado que hubiera pasado si Eva en lugar de una manzana hubiese mordido una sandía.
Buenas noches

No hay comentarios:

Publicar un comentario